Para quienes me siguen (me da la impresión de que nadie, pero yo insistiré), saben que ya me he pronunciado sobre este tema, de palabra y por escrito. Pero ciertas ocasiones merecen sus propias aclaraciones y vías de transmisión. Así que volví a opinar sobre el término y cálculo de la "presión fiscal" (medida en porcentaje de recaudación sobre el PIB), en un breve artículo publicado este domingo (18 de diciembre de 2017) en el DIARIO DE NAVARRA.
Lo transcribo, y también lo "enlazo" a través del logo de dicho periódico.
La falacia de la “presión fiscal”
El pasado día 12 tuve el placer de asistir a la
entrega de Premios de la Cámara Navarra, apoyando especialmente a unos de los
empresarios premiados. Éste era el fin del acto, y lo importante sin duda para
el impulso económico y social de Navarra.
Pero como suele suceder con los discursos
institucionales, se aprovechó para sacar a la palestra la controvertida reforma
fiscal en curso. Ante las críticas del Presidente de la Cámara, el
Vicepresidente del Gobierno de Navarra, hizo gala de su gran habilidad
dialéctica en una espontánea contestación, añadida al discurso oficial. Y entre
otras cosas afirmó que “si comparamos la presión fiscal de las regiones europeas más avanzadas
con la de Navarra observamos que aquí se está entre siete y ocho puntos por
debajo en términos de porcentaje sobre el PIB”. Lo que constituye una
falacia, e decir, un engaño con apariencia de verdad.
Porque
es cierto que “nuestra presión fiscal” (porcentaje de ingresos “fiscales” sobre
el PIB) es relativamente menor que en otros países próximos. Pero no es cierto
que ello signifique que nuestros impuestos sean relativamente bajos.
Siendo
la “presión fiscal” (sobre el PIB) de Navarra –o española– significativamente
menor que la de algunos países europeos como Francia, Dinamarca o Bélgica (y no
solo 7 u 8 puntos, sino hasta 12 puntos menor). Al mismo tiempo es solo un
punto inferior a la del Reino Unido, y 6 puntos superior a la de Suiza (que no
son de la UE pero también podrían ser modelos a seguir). Y es sensiblemente
superiora a la de otros países desarrollados: Estados Unidos, Canadá o Japón, por
poner referencias de países que también podrían ser referentes. Así que la
selección de las referencias no apunta solo a un modelo de sociedad
desarrollada, sino a un concreto modelo de Estado. Lo cual es totalmente lícito,
pero con viene saberse y decirse abiertamente.
La
clave está en el contenido y significado del término “presión fiscal”. Cuya
comprensión requiere desgranar sus componentes –del PIB y de la recaudación–. Y
en consecuencia se podría concluir el “por qué” de esa cifra. Pues las
comparaciones son odiosas y peligrosas, por inducir a confusiones, voluntarias
o no. Como no podemos profundizar en ello, nos conformaremos con una sencilla
aproximación lógica.
Empecemos
destacando que lo que más pesa en la recaudación es la tributación directa de
las personas físicas, que a estos efectos incluye las cotizaciones sociales. Y
es evidente que esos países con presiones fiscales superiores, tienen tasas de
paro significativamente inferiores (excepto Grecia, que no parece un modelo a
seguir). Pero, además, resulta que esos países de mayor presión fiscal son
sensiblemente más ricos (con PIB per
capita desde un 50% superior, exceptuando Italia –que es mayor pero no tanto–
y Grecia –que es inferior–). Esta es una de las razones principales por las que
esos países recaudan más respecto de su PIB, porque más parte de su población
contribuye con impuestos sobre la Renta y Cotizaciones sociales. Y porque su
nivel medio de renta es superior, lo que es magnificado en la recaudación por
la progresividad de los impuestos y la proporcionalidad de las cotizaciones. No
es que tengan los impuestos más altos, a igualdad de renta. Los tienen Francia,
Suecia y Dinamarca, pero con diferenciales inferiores a las que refleja el dato
de la presión fiscal.
Lo
segundo que distorsiona la comparación es el consumo que, como es el componente
que más pesa en el PIB, pequeñas diferencias de recaudación por consumo inciden
más que proporcionalmente en el resultado. Aunque España –y Navarra– se ha
igualado a la mayoría de los países europeos en tipos de IVA, todavía es un
poco inferior a la media y, sobre todo, la capacidad de consumo de los países
“de referencia” es mayor por su nivel de rentas. Luego, es lógico que sus
recaudaciones sean también relativamente mayores, y que España sea el tercer
país que menos IVA recauda sobre PIB de la UE.
Finalmente,
hay que recordar que el PIB español ha crecido los últimos años especialmente
por las exportaciones. Lo que aumenta el PIB en mayor proporción que la
recaudación tributaria, al menos a medio plazo, porque el beneficio que genera
tributa en el extranjero. Así ha sucedido también de manera significativa en
Navarra, y en la entrega de premios de su Cámara de Comercio lo celebrábamos,
como debe ser. Pero eso implica más distanciamiento entre PIB y la recaudación,
al menos transitoriamente, no por minorar la recaudación sino por aumentar el
PIB.
En
definitiva, cuando se observa en otros un mayor dato de “presión fiscal”, hay
que tener cuidado con las razones y sus consecuencias. Para eludir dar a
entender, falazmente, que nuestros impuestos son relativamente bajos, para
defender su mantenimiento o incluso incremento. Al contrario, nuestros
impuestos son altos para nuestra capacidad de contribución, por la baja
ocupación laboral y un nivel de rentas relativamente inferior (y consecuente
capacidad de contribución y consumo). Mientras debeos ser pacientes con los
frutos de la internacionalización, que revierte en riqueza antes que en
recaudación interna.
Por
eso fue acertada la conclusión del Presidente de la Cámara, Javier Taberna:
fomentar la creación de empleo y riqueza. Con ello, vendrá la recaudación.
Pero, como decía Churchill, “una nación
que intente prosperar a base de impuestos es como un hombre con los pies en un
cubo tratando de levantarse estirando del asa”.
Javier Sáenz de Olazagoitia Díaz de Cerio
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